martes, 24 de julio de 2012

# La Gustava


Lo había visto desde la calle San Bernardo de camino a casa varios días. No está exactamente en la misma sino en Noviciado, que es bocacalle, pero se deja ver por la enorme banderola que han colocado con su logotipo de estilo tatoo, muy acorde con el estilo “barrio emergente” que está adquiriendo la zona. En serio, es la enésima vez que pasamos por esto: La Latina, Chueca, Malasaña… Esta ciudad tiene barrios trending topics.
Al acercarte al local ya ves que es el tipo de local que nos encanta descubrir,a The New Yorker y a mí, lo suficientemente novedoso para que no aburra pero que no sea tan excéntrico que dé miedo entrar.

La pizarra del menú a la entrada, elaborada a mano en un moderno estilo, muestra un menú de mercado por 9,50 (IVA incluido) de platos tradicionales con un toque modernuqui: timbal, wok o carpacio no suelen ser términos que se utilicen, guisado, por ejemplo, sí. Este menú, ha diferencia del resto, da a elegir dos platos a entre cinco sin diferencias entre primeros y segundos, más pan, bebida y café.

A través de los grandes ventanales ya se ve una barra blanca con una decoración formada por muebles reutilizados y unas cuantas mesas para tomar copas. Una vez dentro ves que la barra se acerca más a un local de copas nocturnos que de desayunos matutinos con normes pizarrones con la carta de cocktails detrás de la barra. En cualquier caso, si algo llama la atención es la camarera, tatuada, medio rapada, informal, charlando con un par de clientes. Da la impresión de encontrarte en un sitio muy personal y ella contagia bastante buen rollo desde el primer momento. Sin duda una de las bazas de La Gustava es lo bien integrado el ambiente: diseño, interiorismo, menús… por eso, la gente que está allí parecen más amigos de visita que que clientes .Esto se agradece, y sé si son así o es casualidad pero a eso le llamo yo comunicación global, nada desentona.

La entrada, amplia de techos altos y luminosa contrasta con el comedor interior sin ventanas, un poco agobiante para mi gusto a pesar de la iluminación y de los muebles blancos. El estilo desenfadado es continuo con mesas dispares, un mueble reciclado en el centro, el mural de fondo, un enorme espejo al otro lado… Tiene un aforo para cerca de 50 personas en unas 10 mesas.

De primero pedí el timbal de judías verdes con jamón, una buena ración la verdad, acompañada de picatostes. El pollo guisado estaba sabroso, preparado con verduras y almendras que le daban un punto de textura muy agradable. Realmente no engaña al hablar de cocina de mercado,  elaborada casi artesanalmente. El postre me decepcionó un poco por la escasa variedad, fruta o tarta de queso. Ésta, además de ser un poco seca se le había  espolvoreado café encima que le daba un punto demasiado amargo. Quizás les falle la presentación, intentan hacerla muy cuidada pero se quedan a medias, como si realmente se quedaran a medias. Aunque a mí no me moleste, incluso le da un toque más postmoderno al restaurante, tampoco creo que sea adecuado que durante la comida, un perro, supongo que de los propietarios o de los empleados del local, se esté  paseando entre las mesas del comedor.

En definitiva, un sitio recomendable si buscas un sitio joven y distinto para disfrutar de buena comida de mercado. No es que me haya gustado, es que es de estos sitios que tienes que llevar a gente para sorprender y disfrutar.
Información útil. El menú es de lunes a sábado de 13h a 16h. Admiten tickets restaurant.

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